viernes, 27 de mayo de 2011

LA AUTORIDAD DEL CREYENTE

LA AUTORIDAD DEL CREYENTE

Por: Kenneth E. Hagin


Capítulo 1

Las Oraciones de San Pablo


El tema de este libro se basa en la Epístola de San Pablo a los Efesios, y por eso se insta a los lectores que comiencen este estudio leyendo detenidamente los primeros tres capítulos de Efesios.
El capítulo 1 y también el capítulo 3 concluyen con una oración. Pablo nos dice que ora por la iglesia en Efeso. En el capítulo 1, versículos 16 y 17, leemos: “No ceso de dar gracias por vosotros en mis oraciones, para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él".
El Espíritu Santo es el que da estas oraciones de los capítulos 1 y 3 de Efesios. Pablo hizo estas oraciones no solamente por la iglesia en Efeso. Estas oraciones pueden aplicarse a Ud. también. Son oraciones inspiradas por el Espíritu, y por eso se aplican igualmente a todos nosotros. Son tanto para nuestro beneficio hoy como para el de aquella iglesia.
El punto decisivo en mi vida ocurrió como resultado de hacer estas oraciones personalmente en numerosas ocasiones. Comencé con leerlas en voz alta empezando con el capítulo 1. Yo usaba yo donde Pablo usaba vosotros. Por ejemplo, leyendo Efe¬sios 3:15-17, decía: “Por esta causa yo doblo mis rodillas ante el Padre de mi Señor Jesucristo, de quien toma nombre toda fami¬lia en los cielos y en la tierra, para que me dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecido con poder en mi hombre interior por su Espíritu; para que habite Cristo por la fe en mi corazón
Pasé mucho tiempo ante el altar de la iglesia de la cual yo era pastor repitiendo estas oraciones. Varias veces al día hacía estas oraciones por mí mismo. A veces le decía a mi señora que iba a la iglesia para orar, y que no quería ser molestado salvo en caso de alguna emergencia. A veces permanecía en oración allí por dos o tres días.
Después de unos seis meses de orar así, mi primera petición se iba cumpliendo. El versículo 17 del capítulo 1 dice: “Para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él". La revelación de la Palabra de Dios me empezó a venir. Podía ver cosas en la Palabra que no había visto antes. Le dije a mi señora que yo había sido un gran ignorante predicando cosas que no entendía. Le dije al Señor que yo no había predicado más que tonterías. Le dije a mi señora: «He sido tan ignorante acerca de la Biblia que es de sorprender que mis diáconos no lo hubieran notado". Aprendí más acerca de la Biblia en seis meses que lo que había aprendido en 14 años de ser pastor y en más de 16 años de ser creyente.
Ahora le sugiero que pruebe Ud. lo mismo. No puede ser negligente, pero si se mantiene firme en su propósito, le dará resultado.
Hice estas oraciones por un miembro de mi familia que no podía creer ciertas verdades bíblicas, tales como la sanidad divina. Al orar yo metía el nombre de aquella persona donde había metido el mío. Al cabo de diez días aquella persona me escribió diciendo que como por milagro las cosas se le estaba abriendo.
Muchas veces hay los que desean saber cómo orar por otros creyentes. Si Ud. comienza a hacer estas oraciones por ellos, verá resultados en aquellas vidas.

La Autoridad del Creyente

El libro de Efesios nos enseña acerca de la autoridad que pertenece a los creyentes. En Efesios 6:12 leemos: “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes". Pero gracias a Dios, tenemos autoridad sobre ellos a través de Jesucristo.
Creo que hay pocos aspectos de la vida del creyente acerca de los cuales hay tanta falta de sabiduría exacta como en éste. Esta autoridad no está reservada para unas pocas almas especiales. Es la posesión legítima de todo hijo de Dios. Véase Efesios 1:3: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celes¬tiales en Cristo". Se refiere a la iglesia entera, no a unos pocos individuos.
Este versículo dice: “Con toda bendición espiritual". Quiere decir toda bendición que ya se nos ha dado. Cristo ya ha hecho toda provisión. A El no le queda nada que hacer. En Cristo nos pertenece toda bendición espiritual.
Esta promesa es para nosotros, pero si la ignoramos, no nos aprovechará nada. Un hombre podría meter un billete en un lugar secreto de su billetera; podría quedarse sin gasolina, y olvidándose del dinero en su billetera, tendría que llamar a alguien a su auxilio. Sin embargo, si simplemente se acordara del billete, podría pagar su propia cuenta.
Un día metí $20 atrás en mi billetera y me olvidé de ellos. Necesitando dinero busqué y lo hallé. Se me ocurrió que quizás Dios lo había puesto en mi billetera, pero luego me acordé de él. No podía usarlo mientras no supiera que estaba allí, pero al hallarlo podía usarlo. Era mío por cierto, tanto cuando lo ig¬noraba como cuando sabía de él. Del mismo modo esta autoridad es nuestra si tenemos conocimiento de ella o no.
Uno también puede saber lo que es suyo, sin actuar de acuerdo con ello, por lo tanto, no recibir ningún beneficio. Una vez leí de un hombre que fue hallado muerto en su cuarto, una habitación reducida alquilada por una miseria. Se le había visto en las calles durante unos veinte años, siempre andrajoso, bus¬cando desperdicios para comer. Al echarle en falta, los vecinos investigaron y lo encontraron muerto en la cama. Se certificó que había muerto de mala nutrición. Sin embargo, hallaron en su cinturón más de veintitrés mil dólares.
Aquel hombre había vivido en la suma pobreza, vendiendo diarios en la calle, y ¡con tanto dinero! Hubiera podido vivir en el hotel más lujoso de la ciudad, en vez de en ese cuartucho. Hubiera podido comer lo más rico, en lugar de los desperdicios. Pero no usó lo que le pertenecía.
Necesitamos saber lo que es nuestro, pero saberlo no basta. Es cuando actuamos en lo que sabemos lo que trae resultados.
Esta autoridad nuestra no sólo pertenece a unos pocos esco¬gidos; pertenece a todos los hijos de Dios. En verdad recibimos esta autoridad cuando nacemos de nuevo. Siendo hechas criaturas nuevas en Cristo Jesús, heredamos el nombre del Señor Jesucristo, y podemos usarlo en oración contra el enemigo.
Algunos creen que esta autoridad sobre el diablo es de unos pocos individuos a quienes Dios ha dado poder especial. El diablo no quiere que la gente descubra lo que le pertenece, y se empeña en esconder la verdad. Él sabe que en cuanto el pueblo de Dios descubra su autoridad en Cristo Jesús, no podrá oprimirlos más. Satanás sabe que esto pondrá fin a su ascenden¬cia sobre ellos.
Así que el diablo no quiere que los creyentes se apropien de esta autoridad. Quiere seguir derrotando al hijo de Dios, humillándolo a su antojo. Sabe que cuando el hijo de Dios descu¬bre la verdad, ya no es dominado por el enemigo. Entonces éste dominará al diablo y disfrutará el derecho que justamente le pertenece. Es por eso que el diablo hará todo lo posible para impedir que la gente llegue a saber la verdad. Dijo Jesús: «Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres" (San Juan 8:32).


Capítulo 2
La Autoridad ¿Qué Es?

En el Nuevo Testamento la palabra griega traducida “poder" primeramente quiere decir “autoridad".
¿Qué diferencia hay entre la autoridad y el poder? Los traduc¬tores del Nuevo Testamento dieron una interpretación bastante uniforme a muchas palabras del griego original. Sin embargo, no dieron uniformidad a otras. Tal es el caso de las palabras: “poder" o "potestad" y "autoridad". Un ejemplo de esto se halla en San Lucas 10:19: "He aquí os doy potestad de hollar ser¬pientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará." La palabra "potestad" es usada; sin embargo, la pala¬bra griega no es esa. Lo que Jesús dijo fue: "Os he dado autoridad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo".
¿Qué significa la autoridad? En las calles más transitadas de la ciudad, en medio de las corrientes de autos, se ven a los policías dirigiendo el tráfico. Estos simplemente alzan la mano y los autos se detienen. Los policías no tienen la fuerza física para detener un auto. ¿Cómo podría un hombre solo oponerse a una máquina de esas? Sus esfuerzos más estrenuos no podrían parar un vehículo en marcha. Sin embargo, él está investido de autori¬dad por el gobierno al cual sirve. El tránsito, incluyendo los forasteros en la ciudad, reconocen esta autoridad y la obedecen. La autoridad es poder delegado.
Se dice en Efesios 6:10: "Por lo demás, hermanos míos, forta¬leceos en el Señor y en el poder de su fuerza". Al leer esto, muchos creen que el Señor quiere decirles que se fortalezcan en sí mismos, y traten de ser fuertes. Procuran aguantar y esfor¬zarse. Pero las Escrituras no dicen que uno debe esforzarse. Dicen: "fortaleceos en el Señor
¿Cómo le parecería si viese a un policía procurando detener con su cuerpo a un auto? Sería ridículo. San Pablo dijo: «Fortale¬ceos en el Señor; y en el poder de Su fuerza". El policía no ejerce sus propias fuerzas. El es fuerte en la autoridad que le es inves¬tida. Ud. puede ponerse delante del diablo, alzar la 'mano y man¬darle que no se acerque. Ejerza su autoridad.
Una señora salió de una casa para tomar el tranvía. Su perro la seguía. Ella le dijo: "¡Ándate!" Pero el animal pedía caricias. Volvió a decir: "Querido, no puedes ir. Tienes que marcharte". Sus palabras no surtieron efecto. En aquel momento llegó el tranvía. La mujer pataleó y gritó: "¡Vete!" y el perro obedeció. De esa manera hay que hacer con el diablo. Hace unos años, mien¬tras yo servía de pastor de una iglesia, tuve una lucha en mi cuerpo sobre la cual no parecía tener la victoria. No se lo dije a nadie; simplemente al Señor, creyendo que Él me sanaría. Por lo tanto, permanecí firme en mí creencia.
Hubo momentos de noche cuando parecía que no resistiría, en tales momentos me levantaba y oraba. Esto duró por unas seis semanas. Entonces en una noche de suma dificultad, había estado orando, cuando por fin me dormí, y tuve un sueño man¬dado por el Señor.
Soñé que andaba con otro hombre por una cancha rodeada de filas de asientos como un estadio de deportes. Andando y conver¬sando de repente mi compañero miró atrás y echó a correr. Yo miré atrás y vi a dos leones, bestias feroces. Eché a correr, pero luego me detuve y le dije al otro que nos era imposible escapar. Nos quedaba muy lejos todo auxilio.
Me paré en seco, di la vuelta y enfrenté a los leones. Temblando, les dije que me oponía a ellos en el nombre de Cristo y me negué a moverme. Rugiendo los dos leones continuaban acercándose; de súbito se pararon mirándome; después de hus¬mear, se retiraron. En eso me desperté. Pensé en esta Escritura:
"Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo" (1 San Pedro 5:8,9).
Había peleado una larga batalla, pero obtuve la victoria allí en aquel momento. Yo había permanecido firme. Tales sueños no son una coincidencia; proceden del Señor.
"Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza" (Efesios 6:10). Usemos esta autoridad acordándonos que la autoridad es el poder delegado, y que su valor depende de la fuerza que respalda al que la usa.
En cierta ocasión el Primer Ministro de Gran Bretaña llevó un documento a la Reina victoria para que con la firma de ella se hiciera ley. La Reina resistió hacerlo, y acabó por negarse a firmarlo. Pero su Ministro siguió con una urgencia inusitada:
"Su Majestad, es imprescindible que firme este documento".
Esta le miró con soberbia y aseveró: "Señor, yo soy la Reina de Inglaterra".
El otro replicó calladamente pero con firmeza: "Su Majestad, yo soy el pueblo de Inglaterra
Ella le dio la razón y concedió su firma.
Jesús dijo: "He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo". O, "les doy autori¬dad". Jesús, Dios mismo, es la fuerza detrás de la autoridad. El creyente que es totalmente consciente del poder divino que le respalda, y de su propia autoridad, puede hacer frente al enemigo sin temor ni vacilación. Detrás de la autoridad que posee el creyente hay un poder mayor que el que apoya a nues¬tros enemigos. Y aquellos enemigos están obligados a reconocer esa autoridad.
1 San Juan 4:4 dice: "Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido; porque mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo". El que está en el mundo es el dios de este mundo. Satanás encabeza estos principados, potestades y go¬bernadores de las tinieblas de este mundo. Pero mayor es el que está en Uds. que el que está en el mundo.
Detrás de la autoridad poseída por el creyente hay un poder mayor que el poder detrás de nuestros enemigos. Dice el Espíritu que el poder en la tierra, hallado en el nombre de Jesús, y conseguido por Él al vencer al enemigo, pertenece a Su pueblo. Por lo tanto, ejerza Ud. esa autoridad porque le pertenece en la tierra, y en esta vida reinará Ud. por Cristo Jesús
Dice en San Mateo 28:18: "Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra Nuevamente nos encontramos con la misma palabra griega la cual es traducida "autoridad". "Toda autoridad me es dada en el cielo y en la tierra
Cristo transfirió a Su iglesia esta autoridad. Ascendió al cielo y es la Cabeza de la iglesia, siendo nosotros el cuerpo. La autoridad tiene que perpetuarse por medio del cuerpo, el cual está en la tierra.
Efesios 1:22 dice: "Y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia".
Y dice Efesios 1:20: "La cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celes¬tiales".
Véase Efesios 2:5,6: "Aun estando nosotros muertos en peca¬dos, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús".
Esto no es algo que Dios va a hacer algún día. Ya lo ha hecho. Jesús está a la diestra del Padre, el lugar de la autoridad, y nosotros estamos sentados con Él. Hemos muerto con Él y hemos sido levantados con Él.



Capítulo 3
“Para Con Nosotros Los Que
Creemos”

Siguiendo en Efesios 2:1-7 leemos: "Y él os dio vida a voso¬tros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás. Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús".
Hay que notar especialmente las palabras del versículo 19 del primer capitulo: "la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos". Es decir, Dios, al levantar a Jesús de entre los muertos dio tal demostración de Su omnipo¬tencia que ésta es verdaderamente Su supereminente obra. La resurrección ha sido atacada por los tremendos poderes del aire. Todos los principados, poderes, grandezas, dominios y titulados de este siglo y del venidero han luchado por invalidar' el plan de Dios. Pero Cristo se levantó, ascendió y se sentó a la diestra del Padre. Los poderes de Satanás han sido frustrados y derrotados por nuestro Señor Jesucristo. Quien está en Su trono muy en¬cima de ellos, reinando con la autoridad del Altísimo.
La fuente de la autoridad se basa en esta resurrección y entronización de Cristo por Dios. Nótese que habla de la su¬pereminente grandeza de Su poder para con nosotros los que creemos. Habla así para abrir los ojos de la iglesia - no sola¬mente de la iglesia de Efeso, sino de todas las iglesias.
Dios quiso hacernos saber lo que pasó. Quiso que supiésemos que estableció a Cristo "sobre todo principado y autoridad y poder y señorío" (Efesios 1:21). Muchos no hacen caso de este hecho. El Espíritu de Dios oró por medio de Pablo que la iglesia
de Efeso lo viera. Pero Dios desea que nosotros también tenga¬mos sabiduría y revelación. La cruz de Cristo, con su revelación de la obediencia a Dios, del pago debido por los pecados, y de la aplastante derrota de los enemigos, nos muestra un represen¬tante, porque eso era Cristo de nosotros. Él triunfó en Su calidad de representante de la humanidad. Preparando un trono y un ministerio celestial para los que por Él salieran vencedores.
Notemos aquí mismo la unión del pueblo de Cristo con Él en esta crisis de resurrección. Leemos en el primer versículo del capítulo dos: "Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muer¬tos en vuestros delitos y pecados". El griego, del cual nuestra versión se traduce, dice aquí: "Y vosotros que estabais muertos en delitos y pecados", o bien: "Y vosotros cuando estabais muer¬tos en delitos y pecados". Omitiendo las palabras "él os dio vida", porque no están en el original.
Véase que el verbo que controla este pasaje se halla en el versículo 20 del primer capítulo. Los versículos 19 y 20 dicen: "Y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza, la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales". Pablo dice: "Según la operación del poder de Su fuerza, cuando resucitó de los muertos a Cristo y a vosotros cuando estabais muertos". La misma frase que expresa la resurrección de Cristo expresa la resurrección de Su pueblo. Es decir, el hecho de Dios que levantó de los muertos a Cristo levantó también a Su cuerpo. En el pensamiento de Dios cuando Jesús fue levantado de los muertos, nosotros también fuimos levantados de los muertos.
Más allá en el capítulo 2 leemos: "Aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo... y juntamente con Él nos resucitó, asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús" (Efesios 2:5,6). Aquí habla de la acción de conferir esta autoridad. Naturalmente, la cabeza y el cuerpo, son levantados juntos; Cristo la cabeza y la iglesia, el cuerpo. Estamos sentados con Él. Esta autoridad se da no sola¬mente a la cabeza, sino al cuerpo también, porque la cabeza y el cuerpo son uno. La cabeza y el cuerpo de Ud. forman uno. Al pensar en una persona, se piensa en su cabeza y en su cuerpo. Si nosotros, la iglesia, podemos comprender la revelación de que formamos parte de Cristo, entonces hemos de levantarnos y hacer los hechos de Cristo. Hasta ahora nos hemos puesto límites. Cuando nos demos cuenta que la autoridad que es de Cristo pertenece a cada miembro del cuerpo de Cristo y está a nuestro alcance, entonces nuestra vida experimentará un cambio radi¬cal.
Según 1 Corintios 12:12: "Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo". Somos Cristo. Pablo llama al cuerpo o a la iglesia, Cristo. Siguen los versículos 13 y 14: "Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu. Además el cuerpo no es un solo miembro, sino muchos". El versículo 27 añade: "Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular". Gracias a Dios, somos el cuerpo de Cristo.
En II Corintios 6:14, 15 leemos: "No os unáis en yugo desi¬gual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la jus¬ticia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? ¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo?" El creyente se llama justicia y el incrédulo se llama injusticia. El creyente se llama luz y el incrédulo, ti¬nieblas. El creyente se llama Cristo y el incrédulo, Belial.
Véase 1 Corintios 6:17: "Pero el que se une al Señor, un espíritu es con él". Somos uno con Cristo. Somos Cristo. Estamos sentados a la diestra de la majestad en las alturas. Estamos sentados con El en lugares celestiales. Todas las cosas han sido puestas debajo de nuestros pies. El problema es que hay dema¬siada predicación acerca de la cruz. Muchos han creído que ahí es dónde debían quedarse. Sin embargo, la cruz es en realidad un lugar de derrota. La resurrección es un lugar de triunfo. Por supuesto, tenemos que ir primero a la cruz, pero no nos detenga¬mos allí. Pasemos a Pentecostés, y luego a la ascensión. Hay pentecostales que han recibido el Espíritu Santo y luego han regresado a la cruz y se han quedado allí.
El Espíritu dice: "Ahora, pueblo mío, presten atención a Mi Palabra, y así serán librados de los lazos de la muerte y andarán en novedad de vida". No estamos en la cruz. Morimos con Cristo, pero ahora nos ha levantado con Él. Hemos sido sentados con Él. Y sin embargo casi no sabemos nada acerca de ello.
La diestra del trono de Dios es el centro del poder del universo entero. Es la operación del poder del trono la que fue puesta en las manos del Señor cuando ascendió. Esta autoridad nos pertenece a nosotros. Sabemos que Cristo con Su cuerpo físico glorificado está allí en plena posesión de Sus derechos, esperando el día determinado por Dios cuando Sus enemigos serán hechos Su estrado. "Pues, ¿a cuál de los ángeles dijo Dios jamás: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies?" (Hebreos 1:13)
El ensalzamiento de Su pueblo, y nosotros somos Su pueblo, con Él a las alturas no tiene otro significado que el de que somos hechos partícipes de Su autoridad. Somos sentados con El com¬partiendo Su trono. El compartir un trono significa, sin duda alguna, el compartir la autoridad que representa el trono. Gra¬cias a Dios que en Su plan hemos sido elevados a este sitio donde podemos usar, de acuerdo con nuestra comprensión espiritual, autoridad sobre los poderes del aire. Algunos hemos usado más autoridad que otros, porque tenemos más luz espiritual que otros. Pero Dios desea que todos tengamos tal compresión espiri¬tual. El Espíritu oró por medio de Pablo que todos tuvieran sabiduría y entendimiento, que tuviésemos autoridad sobre los poderes de aire y sobre las condiciones que estos poderes siguen creando por influir sin cesar en la mente de los hombres.
Un hombre, Juan Alejandro Dowie, nacido en Escocia, fue universitario, abogado y predicador. Se decía que no se podía seguir su doctrina, pero si se podía seguir su fe. Se puede errar de cabeza, sin errar de corazón. En presencia de seis pastores y tres médicos, este Sr. Dowie prendió de los tejidos cancerosos en la cara de un paciente y dijo: "En el Nombre del Señor Jesucristo", y se los quitó de la cara. Al examinar al hombre los médicos dijeron que el cutis de su cara era como el cutis de un recién nacido. ¿No hemos de seguir semejante fe?
El Sr. Dowie cruzó el océano catorce veces en su vida y muchas veces encontró tormenta. Sin embargo, él dijo que cada vez que amenazaba una tempestad, hacia lo que Jesús hizo:
Reprendía la tempestad y ésta cesaba.
Esto no debe asombrarnos, porque Jesús dijo:". . . El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun ma¬yores hará, porque yo voy al Padre" (San Juan 14:12). Si se pregunta: ¿Cuáles serán las obras mayores? Hagamos primero las obras que Él hizo, y después pensaremos en obras mayores.
Jesús no dijo que unos pocos seleccionados harían estas cosas. Habló de los que creían en Él. tenemos la autoridad por¬que somos de Cristo. Esta autoridad la tenemos para disfru¬tarla, ya que estamos sentados con Él. De esta forma el Sr. Dowie hacía lo que hacía Jesús ante una tempestad.
Una vez, cuando me encontraba enfermo, se levantó un gran borrasco. Muchos buscaban refugio, pero yo no podía levan¬tarme. El aguacero se desencadenó con tanto ímpetu que yo temí que la casa se derrumbara. Desesperado dije: "Señor mío, soy tu hijo. Cuando los discípulos estaban en el mar y se levantó una tempestad, te despertaron, reprendiste el viento y cesó. Tú no quieres que yo perezca. No puedo salir de aquí y las paredes se sacuden. Reprendo esta tempestad ahora en el Nombre de Jesús". Casi al momento, se calmó.


Capítulo 4
Poseedores Rebeldes de
Autoridad

Según Efesios 6:12: "No tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades. . ., contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes". La Palabra de Dios nos enseña que estos espíritus malos son re¬beldes poseedores de autoridad, y que han sido destronados por el Señor Jesucristo. Jesús les quitó el trono y ahora podemos reinar sobre ellos.
Satanás se hizo dios de este mundo por la traición de Adán, quien se traspasó a él. Dios hizo la tierra y su plenitud, y dio a Adán el dominio sobre toda hechura de Su mano. Es decir que Adán era el dios de este mundo; pero cometió alta traición y tomó el lado de Satanás. Entonces éste, por Adán, se hizo dios de este mundo.
Aunque Satanás se llama dios de este mundo, la Biblia habla del segundo Adán, Cristo quien se hizo nuestro substituto. Todo lo que Jesús hizo fue para nosotros. La mayoría de la gente religiosa cree que allá en el milenio ejerceremos esta autoridad. Pero si así es, ¿por qué dice la Biblia que en esta época Satanás estará encadenado? No habrá necesidad entonces de ejercer autoridad. No habrá nada allí que dañe ni destruya. Nuestro error es que hemos postergado todo hasta el futuro. Según la creencia de algunos, no podemos tener ahora nada apreciable. Creen que Satanás manda en todo aquí. Sin embargo, debemos acordarnos que estamos en el mundo, pero no somos del mundo. Satanás no nos maneja. No nos domina. Podemos dominarlo a él tenemos autoridad sobre él.
Necesitamos entretejer estas verdades con nuestra vida. En lo físico comemos ciertos alimentos todos los días porque los médicos nos dicen que nuestro sistema precisa diariamente cier¬tas vitaminas, minerales y proteínas para poder producir un cuerpo fuerte. Hay vitaminas espirituales que necesitamos to¬mar también todos los días, para ser creyentes sanos.
Jesús dijo en San Mateo 28:18: "Toda potestad, me es dada en el cielo y en la tierra". Hemos orado: "Ahora, Señor, haz esto, y haz aquello". Pero la autoridad que pueda ser impuesta en la tierra tiene que ejercerse por la iglesia, porque Cristo no está aquí. Está a la diestra del Padre. Pero nosotros, el cuerpo de Cristo, estamos aquí. Todas Sus órdenes tienen que ser cumpli¬das por Su cuerpo. Esta autoridad en la tierra nos ha sido dele¬gada. Muchos problemas persisten porque los permitimos; no hacemos nada con ellos.
Hace unos diez años que estudiaba estas verdades y llegaron a ser claras; aunque no podía explicarlas en mi mente, las entendía en el corazón. Empecé a ver la autoridad que tenemos y oí el desafio del Señor, diciendo: "Haz algo al respecto".
Por muchos años, había orado que mi hermano mayor fuese salvo. Este era la oveja descarriada de la familia. A pesar de mis oraciones, iba de mal en peor. Siempre había orado: "Dios, sálvale", pero oí que el Señor me desafiaba a hacer algo, que me decía que yo tenía la autoridad. Entonces dije: "En el Nombre de Jesús, quebranto el poder del diablo sobre la vida de mi hermano y reclamo su salvación". Yo había dado la orden. Cuando un rey da una orden, sabe que se va a cumplir. El diablo trató de de¬cirme que mi hermano nunca sería salvo, pero me reí y demandé su salvación. Al poco tiempo mi señora me escribió diciéndome que mi hermano ya había sido salvo. Le contesté que ya hacía una semana que yo lo sabía, que había quebrantado el poder del diablo sobre su vida.
Hace 20 años cuando yo era pastor de una iglesia en Texas, una señora trajo a la iglesia a su hermana trastornada men¬talmente. El Señor me 'dijo que me pusiese delante de la her¬mana y dijese: "Sal de ella ahora, diablo sucio, en el Nombre de Jesús". Lo hice y al momento nada pasó. Dos días después me dijo una señora que la hermana por la cual yo había orado estaba sufriendo un ataque violento, como el que señaló su primer tras¬torno. Esta noticia no me turbó. En la Biblia leemos que cuando Jesús reñía al diablo, el atormentado caía y el diablo lo desgar¬raba. Le dije a aquella señora que el diablo la estaba atormen¬tando antes de salir del todo, y que no habría más ataques. Y así fue.
Hay gente que trata de usar esta autoridad, pero cuando las circunstancias no se alteran de inmediato, se turba y vuelve a lo natural. Ya no creen, se dejan vencer, y permiten que el diablo las domine.
Cuando yo era un joven pastor, antes de recibir el Espíritu Santo, servia en una iglesia durante la crisis económica. Tenia una madre viuda, y un hermanito que mantener. Mi madre podía pagar los impuestos y gastos de casa, y mi salario com¬praba los víveres.
Tenia un solo traje con pantalón extra. Por la escasez, el robo era muy común y alguien me robó los dos pantalones. Era lunes y me tocaba predicar el jueves. Pues oré: "Señor, no tengo más que un viejo pantalón de caqui, que no me conviene llevar cuando predique". El martes al orar le dije al Señor que para el jueves esperaba ver aquellos pantalones colgados en su lugar, que él que se los había llevado se sintiera tan miserable que tendría que devolverlos. Es un espíritu malo el que hace que uno robe. Yo traté con el espíritu, no con la persona, porque tenemos autoridad sobre los espíritus. Le ordené al espíritu que pusiera término a esta acción. Cuando llegué a casa el jueves por la tarde, sabía que encontraría mis pantalones. Fui al armario y miré, y allí estaban. Como ve Ud., podemos y debemos oponernos al diablo.



Capítulo 5
Cómo Ejercer Esta Autoridad

Hay dos frases claves en las oraciones que hizo San Pablo por la iglesia de Efeso, las cuales se hallan en los capítulos 1 y 2 de Efesios. Fíjese en las expresiones: "Sentándole a Su diestra, en los lugares celestiales" (Efesios 1:20), y "juntamente con Él nos resucitó" (Efesios 2:6). En la mente de Cristo fuimos levantados cuando Cristo fue levantado. Cuando Cristo se sentó, nosotros también nos sentamos. Ahora estamos allí. El hecho que Él está sentado indica que hay todavía hechos Suyos sin hacer. Pero ahora estamos sentados con Él, con toda la autoridad dada a Él, porque por Él es nuestra. Le ayudamos a llevar a cabo su obra en la tierra. Además de estar sentados, también importa dónde estamos sentados. El versículo 21 dice que estamos sentados "sobre todo principado y autoridad y poder y señorío".
Véase Efesios 6:12: "Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes es¬pirituales de maldad en las regiones celestes". No solamente está Cristo sentado a la diestra del Padre, muy encima de todas estas potestades, pero allí estamos nosotros también porque "nos hizo sentar con Cristo Jesús".
La Palabra de Dios nos dice que venzamos al diablo. En el año 1952 Cristo se me apareció en una visión. Durante la visión vi un espíritu malo ponerse entre mí y Jesús, metiendo una nube negra que quitó de mi vista a Jesús. Entonces el intruso se puso a dar saltos y a gritar. Aunque Jesús me estaba 'hablando, no le podía entender a causa de este ruido. No podía entender el por qué Jesús se lo permitía. La gente suele preguntarse por qué Dios deja al diablo seguir molestando. Ya mí me extrañaba que Jesús no respondiese a ese diablo para que yo pudiese oír lo que Él decía.
Como nada sucedía por fin le dije al espíritu: “te mando, demonio sucio, que te calles en el Nombre del Señor Jesucristo". Cuando así hablé, el espíritu cayó al suelo, la nube desapareció y pude ver a Jesús. El demonio actuaba como un perro castigado. Lloriqueaba y gemía, con la cara volcada. Entonces le dije que se fuera y se fue. Luego Jesús me dijo: "Si no hubieses hecho eso, yo no hubiera podido hacer nada".
Yo dije: "Señor, no te oí bien
Pero Él dijo: "Dije que yo no podría haberlo hecho".
Quedé anonado sin comprender por qué el Señor decía eso. Le dije que tendría que comprobármelo con la Palabra de Dios, y que pedía al menos tres citas como prueba. Sonriendo El me dijo que me daría cuatro. Le dije que nunca había visto tal cosa en la Biblia, y me contestó que había en la Biblia bastante que yo ignoraba aún. Muchos tratan de entender algo con sus mentes; sin embargo, uno debe tener la revelación de ello.
Entonces Jesús me dijo: "No hay ningún lugar en el Nuevo Testamento en el que un autor le diga a la iglesia que ore a Dios Padre acerca del diablo". Los que piden que Dios reprenda al diablo pierden el tiempo. El miembro menor del cuerpo de Cristo tiene tanto poder sobre el diablo como cualquiera, y a menos que los creyentes hagan algo en cuanto al diablo, no se hará nada.
San Mateo escribe que Cristo cuando resucitó dijo que todo poder y toda autoridad le es dado en el cielo y en la tierra. El enseguida asignó a la iglesia la autoridad en la tierra. Según San Mateo 28:18 dijo Él: :Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra". Según San Mateo 16:15-17 dijo: .... . Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será con¬denado. Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas".
La primera señal que seguirá a cualquier creyente es: “En mi nombre echarán fuera demonios". Sencillamente dice que los creyentes tendrán autoridad sobre el diablo. Quebrantarán el poder del diablo sobre su vida y sobre la vida de sus familiares. Estarán libres del enemigo porque ejercerán autoridad sobre él. "Echarán fuera demonios hablarán nuevas lenguas... sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán". No hay que orar para que Jesús ponga las manos sobre los enfermos, sino hay que hacerlo. Al poner las manos sobre los enfermos, uno usa la autoridad sobre el diablo.
Santiago 4:7 dice: "Resistid al diablo, y de vosotros huirá". No dice que debe Ud. rogar a Dios para que Él resista al diablo. Le toca a Ud. resistir al diablo. No dice huirá de Jesús, sino que huirá de Ud. La autoridad es suya, aunque no la sienta, pues el sentir no tiene nada que ver con ello. Ud. tiene que usarla. El policía que alza la mano y detiene el tráfico puede que no se sienta con ganas de hacerlo, pero la autoridad resulta, quiera o no quiera.
Mi espíritu me dijo que había un sentido especial en la pala¬bra "huir". La busqué en el diccionario y hallé la definición siguiente: "Escaparse como con terror". Entonces entendí por qué el demonio en mi visión lloriqueaba y gemía. Tenia un miedo mortal.
Otra cita es 1 San Pedro 5:8: "Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar". Su adversario es uno puesto en con¬tra de Ud. Es el enemigo, Satanás. Muchos solamente leen hasta allí. Dicen: "Ay, el diablo me acosa". Nos piden que oremos para que el diablo no los alcance. Pero ya los ha alcanzado. Hablando así comprueban que él ya los tiene. El pedir oraciones no los librará. Deben enfrentar el hecho que ellos deben hacer algo al respecto.
El versículo 9 sigue: "Al cual resistid firmes en la fe, sa¬biendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo". Aquí el sentido de "la fe" es «la fe de Ud." San Pedro no nos dice que sólo Pablo podría echar fuera los demonios, ni que él resistiría al diablo por noso¬tros. Todo creyente tiene la misma autoridad que tenía Pablo en Cristo Jesús.
Muchos me preguntan por qué no sanan cada vez que les pasa algo. Piden que los pastores oren por ellos, y cuando nada resulta, sugieren que al pastor le falta algo. 'Yo les digo que cuando eran recién convertidos eran como bebés, y Dios permitió que otros orasen por ellos. Pero con el tiempo La espera que esos bebés anden y se ocupen de sí mismos. Muchos aún quieren ser bebés. Dios le ha dicho que anden, pero no pueden.
En una ocasión mi señora y yo fuimos hospedados por una pareja mientras asistíamos a un congreso. Ellos nos pidieron que oráramos por su nene, el cual tenía una hernia. Oramos y la hernia desapareció en pocos días. La mujer me dijo: "Hermano Hagin, parece ser que con los años uno debería crecer en fe para sanidad. Sin embargo, los jóvenes de nuestra iglesia son los que tienen más fe. No sabía a quien pedirle que orara por el nene hasta que Uds. vinieron, ya que aquí nadie es sanado".
Correcta o incorrectamente, así pensaba ella. Como en tan¬tas iglesias, gran parte de los miembros fueron salvos de jóvenes, y quizás Dios permitió que otros oraran por ellos. Han permanecido en el estado infantil de desarrollo espiritual por falta de buena enseñanza. Dicen que solían ser sanados de recién convertidos, pero ahora no.
¿Qué será de la persona que nunca trata de ejercer la fe propia, sino que se apoya en la fe ajena? La Biblia dice: "Vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor bus¬cando a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe". Ud. puede hacer algo al respecto. Jesús, Santiago y San Pedro nos dicen que hagamos algo en cuanto al diablo. San Pablo dice en Efesios 4:27: "Ni deis lugar al diablo". No dé al diablo ningún lugar en Ud. Si da lugar al diablo, Jesús no puede hacer nada, porque Ud. tiene la autoridad y le ha dado su permiso al diablo. A menos que Ud. haga algo contra el diablo, Jesús no puede hacer nada. En mi visión Jesús me dijo que El ya había hecho todo lo que iba a hacer acerca del diablo. Dijo que al ascender había delegado a la iglesia la autoridad. Los creyentes han sido libertados.
En Colosenses 1:13 leemos: "El cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo". Jesús me dijo que no se hará nada más en cuanto al diablo hasta el día en que el ángel baje del cielo y ate a Satanás en el abismo para después ser echado en el lago de fuego. Pero hasta que el ángel lo encadene, el cielo no va a hacer nada más con el diablo.
Nos conviene el despertarnos, cambiar nuestro modo de orar y perseguirlo. Tenemos la autoridad para hacerlo. Estamos sen¬tados a la diestra del Padre muy encima de estos principados y potestades, así que tenemos autoridad sobre ellos.
Sigue la Escritura: "Y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre toda las cosas a la iglesia" (Efesios 1:22). Los pies son miembros del cuerpo, no de la cabeza. "La cual (iglesia) es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo" (Efesios 1:23). ¡Qué maravilloso es saber que los miembros menores del cuerpo del Señor, las meras plantes de los pies, están muy encima de todos los elementos poderosos de que he¬mos hablado!
Por consiguiente dijo Jesús en San Lucas 10:19: "He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará". Demasiado tiempo nos
ha pisado el enemigo. Generalmente se cree que el diablo tiene más poder que nadie y que él está en control. Él es dios de este mundo. Pero nosotros, aunque estamos en este mundo, no somos de este mundo. Claramente declaró San Pablo en Romanos 5:16:
"Pues si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo". "Reinarán como reyes en vida", como dice otra traducción.
Hay quienes cantan de vagar como pobres en el calor y en el frío. Preferiría oír el rebuzno de un burro que tales canciones. Cantándolas tanto llegamos a creerlas. Si la gente vierte lágrimas al cantarlas, se cree bendecida. Sin embargo, el plan de Dios es que Ud. rija y reine en su vida; que reine sobre las circunstancias, la pobreza; la enfermedad, y todo lo que le ata¬que. Ud. es el que reina porque tiene la autoridad. Reina por Cristo Jesús. A veces nos portamos como pichones con los ojos cerrados y la boca bien abierta. Creemos que debemos ser humildes sin pretender a nada.
Oí de un predicador tan humilde que usaba un Chevrolet del modelo de 1936. Yo dije: "Eso no es humildad, es ignorancia Pero aquél se creía humilde. Alguien me dijo: "Ud. sabe que Jesús y los apóstoles nunca condujeron un Cadillac". Por su¬puesto, en aquel entonces no había Cadillacs; pero Jesús viajaba en burro, el cuál era el mejor modo de transporte que había.
A veces los creyentes dejan que el diablo les robe de la bendición que podrían tener. La intención de Dios no era que viviésemos en pobreza. El dijo que reináramos en vida. No era su intención que el diablo nos dominara a nosotros y a nuestras familias. A veces me enojo con el diablo y le digo que quite sus manos de mis hijos. Le digo que yo reino en lo mío. Yo le hago que huya de mí.
Algunos de nosotros que sabemos más tenemos que ayudar a los que no saben y tenemos que actuar por ellos. Hace varios años fui despertado durante la noche. Le pregunté al Señor qué sucedía y empecé a orar en lenguas, lo que siempre me ayuda. Entonces el Señor me reveló que algo le pasaba a mi hermano mayor. Seguí orando en lenguas. Dos días después mi hermana me llamó por teléfono desde Texas y me dijo que mi hermano se había roto la columna. Su condición era bastante seria y su vida estaba en duda. Le dije a mi hermana que yo ya había orado por él y que el Señor me había dicho que su estado no era tan peli¬groso como pensaban. Luego, ella llamó al hospital y le dijeron que el paciente se había levantado y salido, molde y todo. Los médicos no podían explicarse por qué no murió ni quedó parali¬zado.
Más tarde mi hermano se encontraba en mi casa. Se había alejado del Señor a causa de disturbios en su familia y estaba perturbado y abatido. Su señora le había abandonado y se había llevado a los hijos. El domingo traté de hacerle ir a la iglesia pero no quiso. De repente en medio de mi sermón, tuve una visión de mi hermano. Estaba en la plaza central, y le oí decir que iba a matar a su mujer y luego a suicidarse. Tomé una pausa, diciéndole a la gente que había un pequeño asunto que recla¬maba mi atención, que el diablo estaba molestando a alguien. Dije: "Diablo, deja de hacer eso ahora mismo. Yo te conjuro en el nombre de Jesucristo que te vayas de ese hombre". Entonces terminé mi sermón.
Esa tarde regresamos a casa y mi hermano estaba allí. Es¬taba de buen ánimo patentemente. Dijo que había ido a la plaza y que había resuelto tomar el asunto en sus manos. Le dije que ya lo sabía. Él dijo que algo le sobrevino súbitamente y fue librado. Fue como si una nube hubiera sido quitada, y regresó silbando y cantando.
El no sabía cómo ponerse en contacto con Dios. Así que los que tenemos más experiencia con el Señor debemos de ayudar a los más débiles. Sin embargo, la hora llegará en que tendrán que saber cómo hacer ciertas cosas por sí mismos.
Tenemos que aprender a ser exaltados al lugar donde Dios quiere que estemos. La iglesia falla muy a menudo por temor. Efesios 1:22 dice: "Sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia". El es cabeza sobre la enfermedad, la dolencia y todo lo malo. Cambiemos el orden de las palabras para entender mejor su profundo significado: "Cabeza a la iglesia sobre todas las cosas". Cristo es la cabeza sobre todas las cosas por amor de la iglesia.
Debemos sentarnos con reverencia ante estas verdades po¬derosas para que nuestros corazones comprendan su tremenda importancia. Entonces recibiremos una recompensa espléndida. Si tenemos esta actitud, el Espíritu de verdad puede alzarnos al lugar donde podremos ver con claridad la revelación de Dios. San Pablo oraba por la iglesia de Efeso, que tuviese el espíritu de sabiduría y de revelación. Dios ha hecho a Cristo Cabeza sobre todas las cosas a la iglesia. Es por amor de nosotros que Él es la Cabeza, para que por Él ejerzamos esa autoridad sobre todas las cosas. Al ver lo que nos pertenece, disfrutaremos la victoria que Él tiene para nosotros. El diablo luchará para impedirlo. Pero a través de nuestra persistente fe en Cristo, la victoria puede ser nuestra.



Capítulo 6
Resucitados Con Cristo

En el libro de Colosenses Pablo escribe a la iglesia de Colosas. Aunque desde otro punto de vista, dice lo mismo que ha dicho antes.
Colosenses 1:15-20: "Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación. Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principa¬dos, sean potestades; todo fue creado por medio de él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia; por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud, y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz
Cristo fue resucitado por el poder de Dios Padre. Colosenses 2:12 dice: "Sepultados con él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos". Esta Escritura dice que somos resucitados con él. Nótese la frase "mediante la fe en el poder de Dios". Cristo fue levantado por el poder de Dios, y nosotros al mismo tiempo.
Sigamos hasta el versículo 15: "Ya vosotros, estando muer¬tos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados, anularon el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era con¬traria, quitándola de en medio y clavándolas en la cruz, y despo¬jando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz".
Obsérvese que la operación aquí es de parte del Padre. Él es quien resucitó a los santos juntamente con Cristo y perdonó sus pecados. Él es quien anuló los decretos de la ley que obstruían el camino de su pueblo, y los clavó a la cruz de Su Hijo.
Dios trazó el plan de la redención. El es quien despojó a los principados y a las potestades que se habían opuesto a la resurrección de Cristo, y los llevó cautivos en una exhibición triunfal. Por eso, Pablo dice aquí que el hacedor es Dios el Padre. Es Dios quien levantó de los muertos a Jesús. Dios es quien le dio un nombre que es sobre todo nombre.
Fíjese también en que Dios quita a la potestad del aire la autoridad que antes era suya. Pues la muerte es el castigo del pecado, y cuando Cristo llevó en la cruz el peso del pecado del mundo, estas potestades del aire quisieron ejercer su antigua prerrogativa, esperando tenerlo bajo su poder. Acuérdense que aun la muerte física no es de Dios. Es del enemigo. La muerte es aún un enemigo, y la Biblia dice que el postrer enemigo que será puesto debajo de los pies de Cristo será la muerte.
Estas potestades procuraron retener a Cristo. Pero en la sabiduría del Padre, la entrega a la muerte de Jesús, el Justo, anuló los antiguos lazos de la ley. El Padre clavó a la cruz de Su Hijo el acta cancelada, despojó de su autoridad al diablo y a los principados. y la entregó al Hijo. Entonces vea que "los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz". Estas palabras del apóstol se refieren al ensalzamiento del Hijo sobre sus enemigos mencionado en el libro de Efesios. Subrayan la operación de Dios el Padre en la activa derrota de los poderes hostiles y la derrota de Satanás.
En Efesios se señala al Hijo sentado sobre estas potestades con la autoridad del trono de Dios. Es en este punto que la iglesia ha fallado. Ha visto que Cristo es el Jefe supremo del poder de la iglesia, pero no ha visto que la Cabeza no tiene otro instrumento que el cuerpo para llevar a cabo sus planes, que estamos senta¬dos con Cristo en los lugares celestiales, y que Su uso de la autoridad sobre las potestades del aire tendrá que ser por medio del cuerpo.
Ahora podemos entender, como nunca antes, lo que Jesús quería decir cuando dijo: “todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo" (San Mateo 18:18). Eso es usar autoridad en la tierra.
A veces, al orar por algún ser querido a punto de muerte, el Señor me ha dicho: "Cualquier cosa que me pidas, la haré". Y yo le he pedido que les diera otros dos o tres años. El Señor me dijo que lo haría simplemente porque yo se lo había pedido. Me dijo:
"Ningún padre humano desea hacer más por sus hijos que Yo, si simplemente mis hijos me lo permitieran
Tenemos que cooperar con el Señor con fe. La idea de que Dios es un déspota no es más que ignorancia. Tenemos que hacer nuestra parte. El Señor queda limitado en Sus poderosos planes porque Su cuerpo no reconoce Su exaltación y el hecho de que estamos sentados con Él a la diestra del Padre.
El Espíritu Santo mora en nosotros, y nos guiará, pero Jesús dijo que Él nos guiará a toda la verdad. No se puede seguir al Espíritu Santo sin la Palabra y llegar a saber la verdad. Cierta persona dijo que no necesitaba la Biblia porque tenía el Espíritu Santo. Pero sí la necesitaba. El Espíritu de Dios no nos guía aparte de la Palabra de Dios. La Palabra de Dios procede del Espíritu de Dios porque hombres santos de la antigüedad la escribieron. No se entiende con la cabeza; se entiende con el corazón. La Palabra de Dios es de suma importancia. El ser primero un hombre de la Palabra de Dios y segundo, del Espíritu de Dios es una combinación segura.


Capítulo 7
Las Armas de Nuestra Milicia

El creyente tiene que llevar constantemente cierta arma¬dura. Efesios 6:10, 11 dice: "Por lo demás, hermanos míos, forta¬leceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. Vestios de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las ase¬chanzas del diablo". Este hombre se destacará.
Por eso el diablo hará todo lo que pueda para esconder de Ud. esta verdad. Y una vez que la tenga Ud., se le opondrá y procurará robársela. Habrá pruebas y algunos caerán. El diablo quiere que Ud. se dé por vencido y diga que no producirá resul¬tado en Ud. En una ocasión predicando sobre este tema, un hombre me dijo que para él no resultaría. Le dije que si no le hacía, entonces Dios era un mentiroso. Este hombre estaba llamando a Dios mentiroso. Prefería morir antes que decir que la Palabra de Dios no produce resultado. Si no resulta es porque no se ha hecho conforme a ella. El enemigo resiste tenazmente toda entrada en su territorio porque ejerce la autoridad de las potes¬tades del aire y quiere seguir haciéndolo. Él resiente toda intervención. Por lo tanto, concentrará toda su fuerza contra Ud. en una guerra sin tregua. Si Ud. resiste bien los ataques contra su espíritu le seguirán asaltos contra la mente, el cuerpo, la familia o las circunstancias. Lo mejor es prepararse porque vendrán.
El lugar de privilegio especial ha llegado a ser un lugar de especial peligro. La verdad de la autoridad del creyente encuen¬tra más oposición que cualquier otra. El Espíritu oró por medio de San Pablo que fuesen abiertos los ojos del pueblo para ver la provisión adecuada hecha para su seguridad. He visto a per¬sonas buenas a quienes el diablo ha tratado de combatir. Han enseñado estas verdades, o han sido enseñadas estas verdades, y han tratado de actuar según la Palabra de Dios. Muchas veces han sido vencidas en el cuerpo porque su espíritu no se podía vencer. El diablo procura vencer de cualquier modo. Seguridad ha sido provista para ellos, y si la hubieran aprovechado, el enemigo no las habría podido vencer.
El creyente precisa estar siempre vestido de cierta arma¬dura. Véase Efesios 6:10-17: "Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. Vestios de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne sino contra principados, contra potestades, contra los go¬bernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espiri¬tuales de maldad en las regiones celestes. Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. Sobre todo, tomad el escudo de la fe, conque podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios".
Las distintas piezas de esta armadura simbolizan ciertas actitudes espirituales que el creyente tiene que mantener. Puesta esta armadura, el creyente está protegido y sin estorbo en su ministerio de autoridad. Su preocupación se limita a man¬tener limpia su armadura y bien ajustada a su persona.
Primero, hay el cinturón de la verdad, el cual representa un claro entendimiento de la Palabra de Dios. Es como el cinturón del soldado que ajusta la demás armadura. Segundo, la coraza de justicia. Esta significa dos cosas: Jesús, nuestra justicia de la cual estamos vestidos, y también nuestra activa obediencia a la Palabra de Dios. Tercero, nuestros pies están calzados con el apresto del evangelio de la paz. Este es un ministerio fiel anun¬ciando la Palabra de Dios. Cuarto, hay el escudo de la fe. Sabe¬mos que un escudo es para tapar el cuerpo entero. Este indica nuestro refugio y seguridad completa bajo la sangre del Calva¬rio por donde ningún poder del enemigo puede penetrar.
Luego resta el yelmo de la salvación, o la esperanza de salvación (1 Tesalonicenses 5:8). La esperanza de salvación es el único yelmo que puede proteger la cabeza en estos días de apar¬tarse de la verdad. Finalmente está la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios. La Palabra de Dios se usa en sentido activo. Las demás piezas son para la defensa.
El versículo 18 dice: "Orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos". Ahora estamos listos para la lucha de la oración porque tenemos puesta la armadura. El orar en el Espíritu produce el resultado.





Capítulo 8
Autoridad Sobre de Demonios
No Sobre... Humana

Aunque tenemos autoridad sobre diablos y demonios, no tenemos poder sobre nuestros semejantes ni sobre su voluntad. Hace unos años durante un campamento en California, un amigo pastor me acompañaba. Él sufría de diabetes y cada mañana tenía que comprobar de sus orines la cantidad de in¬sulina que necesitaba. Se daba una inyección todos los días. Al salir para California le dije: "No registrará Ud. ninguna glucosa mientras esté conmigo". Yo reclamé autoridad sobre esa enfermedad. Me miró incrédulo, pero durante las dos semanas que pasó conmigo nunca registró glucosa, ni cuando comía pasteles y tortas. Más tarde me dijo que de vuelta en su casa tardó tres días en volver a registrar glucosa.
De hecho yo tenía control sobre fuerzas invisibles, pero no tenía control sobre la voluntad de aquél. Yo podía controlar la enfermedad mientras él estaba conmigo y la fuerza invisible estaba delante de mí. Procuré convencerle que él podría hacer lo mismo, pero él creía que le volvería y le volvió.
No tenemos el control sobre la voluntad humana, pero si tenemos autoridad sobre el diablo que procura mantener su con¬trol sobre dicha voluntad. Hace años cuando mi hermano mayor estaba aprisionado por el diablo, yo dije: "Satanás, en el Nombre de Jesucristo quebranto tu poder sobre la vida de mi hermano, y demando su liberación y su salvación". Dentro de dos semanas fue salvo. Hacía 15 años que yo procuraba su salvación. Nada obraba resultado, pero cuando tomé esta posición y usé mi autoridad, resultó.
Alguien dijo que pensaba probarlo para ver como saldría. Así no sirve, yo no lo probé, lo hice. A veces los hijos de Dios dicen que van a probar algo simplemente porque obró resultado en otra persona. Sin embargo, si estudian la Palabra de Dios y se visten de Su Palabra de autoridad, obrará resultado. Cuando uno trata de hacer algo mencionado en la Palabra de Dios, sin empapar el espíritu de esa Palabra, el diablo le tumbará rotundamente. Pero cuando uno está fundado en la Palabra de Dios y procede según ella, vencerá al diablo en todo encuentro.
La Biblia hace una diferencia entre echar fuera a los demo¬nios y sanar a los enfermos. Muchas veces ciertos casos no ceden a la oración ni a la imposición de las manos, por causa de algún espíritu malo. Una señora, perteneciente a una iglesia bautista, estaba mentalmente desordenada, y encerrada en un asilo. Su caso interesaba a un profesor. Un pastor bautista, co¬nocido mío, que había recibido el Espíritu Santo, fue a orar por ella. Aquél echó fuera siete demonios, y ella quedó sana. Tanto se impresionó el profesor que invitó al pastor a una charla. Como resultado de la visita, la esposa del profesor recibió el Espíritu Santo y habló en otra lengua. El profesor desea ser llenado y ya enseña que los demonios influyen más en las cosas del mundo
que lo que se pensaba.
En estos años la ciencia médica ha mostrado interés en la sanidad divina. Un médico conocido publicó en una revista un artículo diciendo que la rama médica no descartaba la sanidad divina porque tenía comprobación médica de casos incurables, que fueron sanados por Dios, restaurados y vueltos a la salud. Dijo que la curación natural se podía ver bajo el microscopio, pero que de nada valía el microscopio en casos de la sanidad divina. Añadió que quisieran aprender a ministraría.
Puede Ud. ser librado de las opresiones del cuerpo, y también de las opresiones de la mente. Puede tener autoridad sobre todas las fuerzas invisibles. Puede ejercer autoridad sobre otros mien¬tras estén en su presencia. Si Ud. aprende a usar tal autoridad en su casa, obrará resultado. He oído de mujeres que lo hacen cuando sus maridos llegan a casa de humor diabólico. Lo re¬prenden y reclaman autoridad sobre él. Lo hacen en voz baja y con calma y cambian la situación. Cuando los de mi familia se enojan excesivamente, yo uso esta autoridad. Ellos comprenden porque me miran con cierta cara, pero se componen al rato. No ejerzo autoridad sobre la voluntad de ellos sino sobre el espíritu que los incita.
Cuando Jesús dijo que iba a ser crucificado y Pedro le recon¬vino diciendo: "En ninguna manera esto te acontezca", Jesús inmediatamente le reprendió de él diciendo: "¡Quítate de de¬lante de mí, Satanás!" No llamaba Satanás a Pedro. Sin saberlo, Pedro había cedido al diablo. A veces los creyentes dan lugar al diablo sin sentirlo, pero podemos tomar la autoridad sobre ello.
También podemos usar autoridad sobre el temor. La Biblia dice: "Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor, y de dominio propio" (II Timoteo 1:7). La Biblia llama espíritu a la cobardía. Pero a nosotros nos ha dado un espíritu de poder, de amor, y de dominio propio. Cuando yo era un pastor bautista, siempre usaba autoridad sobre el temor y la duda. Si me sentía tentado a dudar, yo decía: "Dudas, las resisto en el Nombre de Cristo". Tentado a temer, yo lo resistía en el Nombre de Cristo. El temor le dejará a Ud. también si hace lo mismo.
Incluso podemos tener autoridad sobre los que se oponen a la verdad. Tantos quedan sentados inmóviles, esperando que Jesús haga algo. Pero cada uno tiene algo que hacer. En Texas había un pastor del Evangelio completo que vivía al lado de un policía, miembro de otra iglesia. El pastor llevó al policía a su iglesia y entonces fue con el policía a la iglesia de éste, donde el sermón anunciado sería del hablar en otras lenguas.
El predicador no basó su plática en la Biblia, sino que relató casos que había oído y hasta trató de imitarlos. Oyendo esto, el pastor del Evangelio completo, tomó la autoridad sobre la situación. El que hablaba paró en seco, palideció y se sentó sin decir nada más. El policía entendió lo que había sucedido y después buscó al pastor visitante, le apretó la mano, le abrazó y dijo: "Bendito sea Dios, me alegro que Dios le haya arrestado. Debiera haber tenido más sentido común". La siguiente noche el predicador se disculpó por haber hablado de cosas que ignoraba. Dijo que era como si Dios le hubiera arrestado, y que entendía que debía dejar las cosas que se hallaban fuera de su experien¬cia.
Muchas veces entendemos que ciertas pruebas en nuestra vida se deben al enemigo y clamamos a Dios que reprenda al enemigo y cambie las circunstancias. Pero la Palabra de Dios nos dice que lo reprendamos nosotros. Ha dicho: "Resistid al diablo, y de vosotros huirá" (Santiago 4:7). La autoridad sobre él es de Ud. Es de Ud. la responsabilidad.
Vea Efesios 2:7: "Para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con noso¬tros en Cristo Jesús". Él tiene un ministerio sublime y santo para Ud. en los siglos venideros. Ahora es el tiempo de sus pruebas y de su preparación. Esfuércese y nadie podrá hacerle frente en todos los días de su vida porque Ud. está sentado con Cristo allí arriba. Ejerza su autoridad. Las condiciones existen porque las hemos permitido.
Me gusta San Mateo 18:18 en otra versión. Nuestra versión dice: "De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo". La otra versión dice: “Todo lo que se nieguen a permitir en la tierra será negado a ser permitido".

1 comentario:

  1. sabes que Orar puede Detener las Peores Tempestades por mas mal que estemos no hay que parar la oración solo en la oracion esta la victoria a todas esas pruebas que nos pone Dios antes del fruto

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